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12.10.24
ReLaTo. EncuEnTro En El BAr.
La ciudad estaba iluminada por luces de neón y el bullicio de la vida nocturna llenaba el aire. En una esquina tranquila del distrito de los bares, se encontraba "El Refugio", un bar conocido por su ambiente acogedor y su buena música en vivo. Aquella noche, el lugar estaba lleno de risas y conversaciones animadas, mientras una banda local tocaba una suave melodía de jazz.
Adrián entró al bar buscando un respiro del ajetreo de su vida diaria. Era un hombre de treinta y pocos años, con el cabello oscuro ligeramente despeinado y una mirada que mezclaba cansancio y curiosidad. Se dirigió a la barra y pidió una copa de vino tinto. Mientras esperaba, observó a su alrededor, capturando momentos de alegría y camaradería que parecían tan distantes de su propia rutina solitaria.
Cerca de la barra, en una mesa para dos, estaba Gabriel, un hombre de la misma edad que Adrián. Tenía el cabello rubio y una barba cuidada que enmarcaba su rostro. Gabriel hojeaba un libro, sumergido en sus pensamientos, aislado del ruido y las luces del bar. Levantó la vista cuando la banda comenzó a tocar una nueva canción y sus ojos se encontraron con los de Adrián. Fue un breve instante, pero suficiente para dejar una impresión.
Adrián sintió una chispa de interés y decidió acercarse. Se dirigió a la mesa de Gabriel con una sonrisa amigable.
—¿Te importa si me uno? —preguntó Adrián, señalando la silla vacía.
Gabriel levantó la vista de su libro, sorprendido pero no molesto.
—Claro, adelante —respondió, cerrando el libro con un marcador en la página.
—Soy Adrián —se presentó mientras se sentaba.
—Gabriel —respondió el otro, estrechando su mano—. ¿Vienes aquí a menudo?
—No, en realidad es mi primera vez. Necesitaba un cambio de escenario. ¿Y tú?
—Suelo venir los fines de semana. Es un buen lugar para leer y escuchar música —dijo Gabriel, señalando su libro.
La conversación comenzó con temas triviales, pero pronto encontraron intereses comunes. Hablaron de libros, música y sus trabajos. Adrián era arquitecto, apasionado por el diseño y la creatividad, mientras que Gabriel trabajaba como fotógrafo, capturando momentos únicos y paisajes impresionantes. Sus mundos, aunque diferentes, compartían una apreciación por la belleza y la expresión artística.
A medida que pasaba la noche, la conexión entre ellos se hizo más evidente. Sus risas se mezclaban con la música, y la química era palpable. Sin darse cuenta, el bar comenzó a vaciarse y la banda tocaba sus últimas canciones. Adrián miró su reloj y se sorprendió al ver lo tarde que era.
—Se ha hecho tarde —dijo, con una mezcla de sorpresa y pesar—. Pero me gustaría seguir conversando.
—Yo también —respondió Gabriel, sonriendo—. ¿Te gustaría caminar un poco? La noche es agradable.
Salieron juntos del bar, el aire fresco de la noche los envolvía mientras caminaban por las calles iluminadas por farolas y escaparates. La ciudad dormía lentamente, dejando un ambiente tranquilo y sereno. Continuaron hablando, compartiendo anécdotas y sueños, mientras exploraban rincones ocultos y parques silenciosos.
Llegaron a un pequeño parque con un banco bajo un árbol. Se sentaron, disfrutando del silencio y la compañía mutua. Las estrellas brillaban en el cielo, y la luna llena arrojaba una luz suave sobre ellos.
—Nunca pensé que una noche en un bar podría llevarme a esto —dijo Adrián, mirando las estrellas.
—La vida está llena de sorpresas —respondió Gabriel—. A veces, los mejores momentos vienen cuando menos lo esperas.
La conversación se tornó más personal. Hablaron de sus miedos, sus fracasos y las esperanzas que guardaban en el fondo de sus corazones. Adrián compartió sus dudas sobre su carrera y su deseo de encontrar un propósito más profundo. Gabriel habló de su lucha por encontrar inspiración y su sueño de realizar una exposición fotográfica.
—¿Alguna vez has sentido que estás destinado a algo más grande, pero no sabes qué es? —preguntó Adrián, con la mirada perdida en el horizonte.
—Sí, muchas veces —respondió Gabriel—. Pero creo que es parte del viaje. Descubrirlo juntos hace que valga la pena.
Se miraron, y en ese momento, ambos supieron que habían encontrado algo especial. La conexión que sentían era más que una simple atracción; era un entendimiento profundo y una promesa de apoyo mutuo.
—Gracias por esta noche —dijo Adrián, con sinceridad—. Ha sido increíble.
—Gracias a ti —respondió Gabriel—. ¿Nos veremos mañana?
—Me encantaría.
Se despidieron con un abrazo, y cada uno se dirigió a su casa con una sensación de esperanza renovada. Durante las semanas siguientes, Adrián y Gabriel se vieron con frecuencia. Exploraron la ciudad juntos, compartieron cenas y descubrieron nuevos lugares. Su relación floreció, llena de risas, conversaciones profundas y momentos de pura felicidad.
Una noche, después de una cena en casa de Gabriel, estaban sentados en el sofá, disfrutando de una copa de vino. La conversación tomó un giro más íntimo.
—Gabriel, me siento muy a gusto contigo —dijo Adrián, acariciando la mano de Gabriel—. Creo que podemos hablar de todo, y me gustaría ser sincero sobre mis sentimientos y deseos.
Gabriel asintió, mirándolo con ternura.
—Yo también me siento así. Hablemos de lo que queramos, sin reservas.
Adrián tomó un sorbo de su vino y continuó.
—En cuanto a nuestra relación física, quiero que sepas que para mí es algo importante. Me gustaría que sea algo de lo que disfrutemos juntos, sin presiones, pero con honestidad y comunicación.
Gabriel sonrió, sintiendo la calidez de la confianza entre ellos.
—Estoy de acuerdo. El sexo es una parte importante de nuestra relación, y quiero que ambos estemos cómodos y disfrutemos cada momento.
Esa noche, decidieron dar un paso más en su relación, explorando su intimidad con cariño y respeto. Descubrieron que sus cuerpos respondían con naturalidad y que la conexión emocional que habían construido hacía que cada caricia y beso fuera significativo. Hablaron de sus preferencias, de lo que les gustaba y de lo que querían experimentar juntos.
Estaban a punto de dar un gran paso. Muy despacio se desnudaron el uno al otro y descubrieron su cuerpo desnudo para el otro, se miraron, hasta se giraron para verse por ambos lados.
¿Qué cuerpo más bonito, dijo Gabriel?
Gracias, el tuyo me flipa, de verdad.
Se cogieron cada uno su propio rabo y comenzaron a masturbarse sin quitar ojo del otro. Cada vez sus penes estaban más y más empalmados, Adrián, sin dejar de pajearse se agachó y se metió la polla de Gabriel en la boca hasta el fondo, se la sacó y mirándolo:
No sabes las ganas que tenía de sentirla en la boca, dijo sonriente.
Gabriel le devolvió la sonrisa y un gemido acompañado de precum, al que recibió con gusto lamiéndoselo. Adrián no paró de mamársela hasta que Gabriel se corrió en su boca y tras ello aún se la mamó un buen rato más. Se incorporó y con la polla dura en la mano se acostó sobre la cama y Gabriel soltó su mano para cambiarla por la suya. Le masturbó durante un rato sin dejar de mirarle a los ojos, a lo que el otro le puso muy nervioso y se puso muy colorado, cosa a la que a Gabriel le pareció muy adorable. Se agachó y se metió su polla en la boca, la saboreo, la disfruto de arriba abajo, se metió un huevo en la boca y después otro, pues eran enormes y su rabo también, cosa que le encantaba que fuera así, de pronto se puso a imaginar a el tumbado sobre la cama boca abajo y a Adrián encima clavándole semejante manjar de los dioses, sintió como se corría un poco solo de pensarlo y de tragar tanto rabo.
Adrián se corrió abundantemente sobre su cuerpo mientras Gabriel no dejaba de masturbarlo. En este caso, a Gabriel no le molaba mucho comer lefa y por el momento continuaría así. Soltó la polla y se lanzó a comerle la boca. Rodaron por la cama y se besaron, manosearon y hasta descubrieron otras partes del otro.
¿Puedo mirarte el ano?- pregunto Adrián.
Claro.
Gabriel se puso a cuatro patas y se abrió el culo con ambas manos.
Madre mía...
¿Mal?
Todo lo contrario, tienes un ano y un culo muy bonito, nada peludo, yo, al contrario, soy un oso.
Ja, ja, ja, anda, déjame, ver.
Adrián se puso a cuatro patas y también se abrió el culo.
Pues a mí me gusta y a ella también, ja, ja, ja.
Ja, ja, ja.
Parecemos perros en celo, ja, ja, ja.
Más bien perras... guau guau...ja, ja, ja.
Dejaron sus culos y se comieron la boca. La comunicación abierta hizo que su relación física fuera una extensión de su amor y confianza mutua.
Con el tiempo, Adrián y Gabriel encontraron un equilibrio perfecto entre su vida cotidiana y su relación. Se apoyaban en los momentos difíciles y celebraban los logros juntos. Su amor se fortalecía día a día, convirtiéndose en un pilar en sus vidas.
Un día, mientras caminaban por la playa al atardecer, Adrián se detuvo y miró a Gabriel con una sonrisa.
—Quiero decirte algo —dijo, tomando la mano de Gabriel—. Desde que te conocí, mi vida ha cambiado para mejor. Me haces sentir completo y feliz de una manera que nunca imaginé. Te amo, Gabriel.
Gabriel sonrió, con los ojos brillando de emoción.
—Yo también te amo, Adrián. Eres mi refugio, mi inspiración y mi alegría. No puedo imaginar mi vida sin ti.
Se abrazaron, sintiendo la calidez del amor verdadero. Juntos, sabían que podrían enfrentar cualquier desafío y construir una vida llena de amor y sueños compartidos. La noche en el bar había sido el comienzo de una hermosa historia de amor, una historia que seguirían escribiendo juntos, día tras día, con cada risa, cada beso y cada nuevo amanecer.
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