11.2.22

RELATO. LaS zAPaS dEl VeStUaRiO 1ªparte

 


Todo comenzó desde que me cambiaron el horario. Antes entraba como todos a las 8 y media, pero ahora entro a las 7 y no hay nadie aun.


El vestuario de hombre de mi empresa es bastante grande y en forma de L. Las taquillas todas seguidas y muy estrechas hacen que los trabajadores dejen su calzado encima de ellas.


La primera vez que trabaje allí y vi tanta zapatilla, tanto hombre y tanto pie me puse malo. E igual me pasaba en el gimnasio, pero aquí tenía sus zapas a mano.


Un día llegue antes y tras desvestirme me saque la polla y me acerque a coger unas zapas de un compañero, me la pase por la nariz y comencé a soltar precum. Agarre la otra y metí la polla dentro, me masturbaba y continuaba esnifando ese olor que tanto me embriagaba y me ponía tan cerdo. Y allí en los vestuarios de mi trabajo fue donde comencé a correrme cada día antes de trabajar, eso si nunca me corrí dentro de ninguna zapa, bueno casi nunca.


6 MESES DESPUÉS


Yo continuaba con mi rutina de todos los días. Llegaba, me desnudaba y elegía unas zapas nuevas. A veces me sentaba, otras de pie, otro tumbado. Ese día estaba sobre un banco tumbado esnifando y masturbándome con una zapa. Era una zapa que había olido mil veces y me flipaba. Tiene un olor característico y además me acuerdo de quien son y me pongo más cerdo aun. Continuaba en mi lío cuando escuche "joder lo siento", pegue un respingo y cuando me levante vi a alguien que se iba para el otro lado del vestuario. Comencé a maldecir por dentro y dejando las zapas donde estaban me fui vistiendo con el corazón a mil.


Tras varios minutos escuché la puerta cerrarse y esperando un poco por fin salí. Mire por todos lados, pero no vi a nadie. Fui corriendo a mi despacho y resoplando no podría creerme lo que me acababa de pasar, como fuera un jefe o algo se me acababa de caer el pelo. Intente centrarme en el trabajo, pero ese día no pude más que marear.


Pasaron los días y yo ya llegaba me vestía y me esperaba a ver si llegaba alguien. Y así era como diez minutos más tarde que yo llegaba alguien se cambiaba y se iba. Quería saber quien era, pero me moría de vergüenza. Sabía que él me escuchaba a mí y yo a él, pero ninguno decía nada.


Como una semana después de lo que paso estaba en el comedor y un chaval se me sentó enfrente.


  • Hola.

  • Hola.

  • Perdona me llamo Luis.

  • Ricardo.

  • Encantado.

  • Que aproveche.

  • Igualmente.


Comimos en silencio y antes de levantarme e irme me dijo:


  • Perdona por lo del otro día.

  • ¿Qué?

  • Que perdona por lo del otro día, no quise interrumpirte.

  • No sé de qué hablas.


Me volví a sentar.


  • Vale no pasa nada.

  • No pasa nada no.

  • Oye que a mí también me mola eso nada más quería decírtelo, pero si te vas a poner borde pues…

  • Que te mola...

  • Si me mola.

  • ¿Estamos hablando de lo mismo?

  • Creo que sí.


Se acercó a mí y me dijo:


  • También me gusta oler zapas y correrme.


Me quede mudo allí sentado. Él me sonrió y tan tranquilo se abrió el yogur y se lo comenzó a comer.


Tras volver en mí me levanté y le dije adiós.


A la mañana siguiente en el vestuario escuche la puerta abrirse. Entro alguien y escuché: "¿Ricardo?". Suspire y me puse mazo de nervioso.


  • ¿Luis?

  • Sí.

  • ¿Qué tal?

  • Bien, ¿puedo ir?

  • Claro ven.


Es un chico como de unos veinte siete, muy alto y grandote con una cara de niño bueno que no puede con ella. Es guapo muy guapo, y él no se lo cree al menos da esa impresión. Se acercó a mí y se sentó en el banco.


  • Oye perdona por lo de ayer.

  • Tranquilo me pillaste por sorpresa.

  • Lo sé.

  • Siento que me vieras...

  • No tranquilo me molo.


Su cara comenzó a ponerse roja y la mía también.


  • ¿Entonces te mola también oler zapas?.- le pregunté.

  • Si me mola mucho.

  • ¿Oliste alguna de aquí?

  • Alguna sí.

  • ¿Hay alguna que te mole?

  • Pues espera...


Se levantó y tras ir hasta las taquillas de la esquina volvió con un par de zapas.




  • Son de Sergio, ¿lo conoces?

  • Sí.

  • Huélelas.


Me la puse en la cara y tras esnifar se me puso bien dura.


  • Joder que bueno...

  • A que si, me molan muchas, pero este Sergio debe tener unos pies que madre mía solo de pensarlo se me pone dura.

  • Yo ya la tengo dura...

  • Pues... si quieres...

  • Venga porque no.


Nos desnudamos y cogiendo cada uno una zapa de Sergio nos comenzamos a masturbar mientras nos dejábamos llevar por ese olor tan embriagador. Él me miraba y yo a él. Luis tiene un cuerpo normal con su barriga y bastante pelo, de rabo va bien cargado, además tiene unos huevos que me encantaría chupar. Después de los pies los huevos es lo que más me gusta de un hombre. Le miré los pies y eran enormes debía calzar un 47 por lo menos, de suponerlo y continuar esnifando ese olor me comencé a correr en el suelo. Luis también se puso a mi lado y termino corriéndose. Nos miramos y quitándonos la zapa de la cara sonreímos.


  • Que buena paja.

  • Ya te digo.

  • Buena polla.

  • Igual te digo, me molan tus huevos.

  • Vaya gracias, si quieres tocarlos no tengo problemas.

  • Así sin más.

  • Claro.


Me acerqué a él y aun su rabo soltaba algunas gotas de lefa que me cayeron sobre la mano. Con la mano abierta sujete sus huevos y me deje llevar por esa increíble sensación.


  • ¿Puedo yo también?

  • Claro.


Sujeto mis huevos y como yo comenzamos acariciarnoslos.


  • Mola.

  • Sí que mola si.


Nos soltamos los rabos que aún teníamos en la mano y continuamos tocándole los huevos al otro.


  • Que sensación más guay, ¿puedo tocarte el rabo?

  • Si, ¿y yo a ti?

  • Por supuesto.


Amarrando bien con la mano el rabo del otro nos descubrimos. Bajábamos y subíamos nuestros prepucios y dejábamos también al aire nuestros glandes. Cada vez nos acercábamos más hasta que juntamos nuestros rabos.


  • Nos hemos juntado dos buenos cerdos.- me dijo.

  • Eso parece y me encanta.

  • Y a mí.

  • ¿Qué número calzas?

  • Un 46.

  • Ufffff...

  • ¿Tú?

  • Un 43.

  • No está mal.


Continuamos acariciando el rabo del otro y comenzamos a mirarle al otro los pies.


  • Me molan.

  • ¿En serio?, no los ves un poco feos.

  • En realidad los pies pocos son bonitos, pero si están cuidados y limpios me molan. Estoy deseando tenerlos en mi cara y chupártelos durante horas.

  • Joder eso me pone mucho, yo de pensar en tus pies tan grandes me pone también muchísimo.

  • Lo siento ya, tienes el rabo cada vez más duro, jajajá.

  • Y tu cabrón, ja, ja, ja.

  • Cáscamela más rápido…

  • ¿Así?

  • Si así...


Comenzó a soltar lefa y yo tras él. Ese morbo de sentir la polla de alguien en tu mano y sentir como le sale la lefa es increíble.


Nos la soltamos y fui a por una toalla mojada.


  • ¿Te limpio?

  • Vaya si gracias.


Tras estar limpios tire la toalla al suelo y limpie la lefada.


  • Te mola correrte en los pies del otro y chupárselos.- me dijo así de pronto.

  • Ja, ja, ja contigo presiento que me lo voy a pasar de puta madre. Anda ven aquí.


Me acerque a el y le comí la boca. Se sorprendió, pero después la abrió bien abierta y nos comimos la boca mientras sentíamos nuestros rabos crecer de nuevo.



                                                                        Continuara.

PeCtOrAlEs