4.3.23

Relato. Mi pueblo y tu, 2ª parte.

 


Cenamos los cuatro y le acompañamos a su casa. Su abuela María murió hacía dos años y nos contó que tras pensárselo mucho decido venirse a vivir al pueblo, y aunque sus padres no estuvieron muy de acuerdo, tampoco pudieron impedírselo, pues ya era mayor de edad cuando lo decidió. Vivía en la casa de su abuela y tras hacer algún arreglo le había quedado una casa increíble. Se dedicaba con un transporte del ayuntamiento a llevar y traer abuelos de pueblos cercanos que tenían que ir al médico o comprar cosas. No le pagaban mucho, pero como no tenía que pagar casa, pues el tan feliz.


Mis padres se fueron y me dejaron con él charlando.


  • Cuéntame que es de tu vida Dani.

  • Poca cosa la verdad, estoy estudiando un ciclo y salgo los findes.

  • ¿Te gusta lo que haces?

  • Pues la verdad que no lo sé.

  • Cuando decidí venirme aquí sabia que perdería muchas cosas que la ciudad te ofrece, pero soy tan feliz aquí que no se paga con dinero.

  • Ya está muy guay. Te acuerdas que te contaba que me encantaría vivir aquí y...

  • Me acuerdo sí. Sé que solo pasamos un mes y poco juntos, pero si te soy sincero te he echado mucho de menos.

  • Y yo a ti.

  • ¿Vendrás más?

  • Ahora creo que sí.

  • ¿Muy duro?.

  • Un poco sí, es muy extraño llegar al pueblo y no verlos. No verlos en casa, no sentir sus abrazos, no se es muy raro. ¿Y tú?

  • Bueno, pues sé lo que dices, cuando murió la yaya llore y llore. Mis padres vienen pero de pascuas a ramos. Les pedí que me trajeran o que me vendría solo. Me acompañaron y pasamos un día aquí. Me senté en su mecedora, corte patatas en la tabla donde las cortaba ella, la verdura y todo, no sé solo me aparecían recuerdos felices allí y fue al mes cuando decidí y acababa de cumplir 18 que me quería venir.

  • Qué valiente.

  • Vine jodido, sabes, porque aunque la decisión era firme luego llevarla a cabo no es tan fácil.

  • Me imagino.

  • Pero bueno, por suerte fui moviéndome, entre en lo que os conté antes. Hice amigos, alguno ya los conocía y otros han ido viniendo, en fin no me puedo quejar.

  • Se te ve bien, estas...

  • ¿Qué?

  • Nada.

  • Venga dímelo... ya sabes que odio que no me terminen las frases.

  • Me da mucha vergüenza.

  • ¿En serio?

  • Vale... estás muy guapo.

  • Vaya... gracias. Tú también estás muy guapo, ¿lo sabías?


Sin decir nada nos entendimos. Él se acercó a mí y poniéndome el brazo por detrás dejo caer su cabeza sobre mi hombro y tras repetir mi nombre varias veces busco mi mano y me la agarro con fuerza.


Y hay los dos sintiéndonos el uno al otro, compartiendo recuerdos y novedades, fuimos abriéndonos de nuevo como una flor en la primavera.


  • Espera.

  • ¿Qué?

  • Mi madre que lo tengo en vibración, ja, ja, ja.

  • Ahhhh…

  • Sí sigo aquí. Charlando poniéndonos al día, Si ya.

  • Dile que si te puedes quedar a dormir.

  • Mama me pregunta Marco si me puedo quedar a dormir.


Le miré y me entro la risa.


  • Hijo, mientras vuelvas mañana a la hora de irnos me parece bien.

  • Gracias mama, un beso que descanséis.

  • Igualmente.


Deje el teléfono y le comencé hacer cosquillas.


  • Pero tú... ha parecido que tenía 10 años de nuevo, ja, ja, ja.

  • Lo se lo he sentido, ja, ja, ja. ¿Te quedas entonces?

  • Sí.

  • Vamos dentro entonces que estaremos mejor.


Entramos y tras acoplarnos uno enfrente del otro en el sofá comenzamos hablar y cuando nos quisimos dar cuenta eran las seis de la mañana.


  • ¿A qué hora os vais?

  • Sobre las tres.

  • Dormimos una hora y vamos a por algo de desayunar.

  • ¿Una hora?

  • Prefiero estar despierto para antes de que te vayas, no sé cuando volverás.

  • Pronto muy pronto.

  • Ven túmbate.

  • Me haces...

  • Claro.

Me quité la camiseta y comenzó acariciarme la espalda. No es que fuera una cosa de los dos que ahora sí, pero todo venía por qué se lo pedí la noche que murió mi abuela, porque era ella quien me lo hacía antes de dormir muchas noches.


La mañana paso volando, sin darme cuenta estaba en el coche despidiéndome con la mano tras el cristal de Marco y un nudo de nuevo en el estómago se me quedo.


  • ¿Qué tal con Marco, hijo?

  • Muy bien mama.

  • Como me alegro de que os hayas vuelto a encontrar que suerte.

  • Sí que es suerte, sí.


Teníamos nuestros números y estábamos en 2018. Nos wasapeabamos cada dos por tres e incluso alguna llamada caía por la noche. Era miércoles y ya parecía que llevaba sin verlo meses. Sin pensármelo le escribí:


"Hola Marco, sé que es un poco precipitado, pero me gustaría volver al pueblo, este finde, ¿me acogerías."?


Escribió:


"Mi casa es tu casa y no hay nada ahora mismo que me dé más alegría que saber que te veré pronto"


De nuevo el nudo en la boca del estómago. Trague saliva y respire hondo.


El jueves paso sin pena ni gloria y el viernes nada más terminar las clases me fui a casa y tras comer agarre el bus y me fui directo.


Según iba llegando el estómago de nuevo al revés. Estaba el bus aparcando cuando vi a Marco acercándose y buscándome. Se le veía tan lindo que daba ganas de bajar y tirártelo allí mismo.


Baje del bus y tras un gran abrazo se agarró a mi brazo y fuimos hacia su casa charlando.


  • Que guay que hayas venido... estoy tope nervioso...

  • Ja, ja, ja se te nota si, ja, ja, ja

  • Eres muy tonto.

  • No más que tú.

  • Ja, ja, ja. Antes de que se me vaya, estos quieren conocerte, ya sabes, eres la novedad.

  • Aja.

  • Bien, mi propuesta es hoy tú y yo de tranqui y mañana quedamos con estos para el aperitivo, comemos por ahí y nos vamos de terraceo.

  • Me gusta el plan.

  • O salir hoy y mañana de tranqui, lo que más te apetezca.

  • Lo de mañana me apetece más la verdad.

  • Perfecto, espera que voy a escribirles. Sabes están como muy tontos con esto.

  • Me estás metiendo una presión que te cagas.

  • Joder lo siento no pretendía...

  • Es broma, ja, ja, ja.

  • Capullo.


Y así riéndonos, llegamos a su casa. Entramos y tras dejar las cosas saco unas papas y unas cervezas.


  • Oye que no te he preguntado, pero duermes conmigo, ¿no?.

  • Ehm...

  • Eso es un sí. Además, la cama es nueva, bueno el colchón.

  • Estás en la de María.

  • Sí, me costó cambiarla, pero debía hacerlo, me recordaba todo a ella y además era todo muy antiguo.

  • Ya mi madre dice que si volvemos a venir más le quiere dar una vuelta como has hecho tú con esta.

  • Que bien suena eso.

  • La verdad que si y eso que estaba reacio a volver.

  • Y mira dos veces en una semana.

  • Es un buen motivo por el que he vuelto.

  • ¿A si?

  • Si bobo déjalo que me pongo rojo.

  • Ja, ja, ja. Anda ven aquí.


Me abrazo y me dejé llevar por su respiración, su olor, su calor.


  • Me quedaría así para siempre.- me dijo al oído.

  • Y yo.


Estuvimos así durante un siglo hasta que se separó de mí y cogiendo la mochila me dijo:


  • Ven, vamos, se me ha ocurrido algo.

  • ¿El qué?

  • Ahora los verás.


Metió en la mochila varias cervezas y papas. Cerramos y nos fuimos cogidos de la mano. Me bajo hasta la parte baja del pueblo y llevándome por un sendero averigüé donde íbamos. Mi corazón comenzó a bombear con fuerza y los ojos me comenzaron a brillar más y más.


En mi pueblo hubo una gran torre donde antiguamente se ponían para vigilar por si los atacaban. Ahora solo eran piedras, pero lo bonito del sitio eran las vistas. Había subido allí varias veces, pero justo con el era la primera.


Soltamos las cosas y nos quedamos mirando al infinito, las nubes de color morado y rosa, las montañas ocultando el sol. El colocado detrás de mí abrazándome me derritió.


  • No me canso de ver estas vistas.- me dijo.

  • Ni yo.

  • Daniel.

  • Dime.

  • Te conté que deje Madrid y aunque aquí al principio me costó, pero que he conseguido encontrar mi sitio.

  • Sí.

  • Estoy muy feliz, pero no sabía que me faltaba algo.

  • ¿El qué?

  • Tu Daniel.


Me giré y cara a cara lo mire y le acaricie la cara. Una lágrima le cayó de un solo ojo, me acerque y le bese el ojo. Cerro los ojos y me quedé contemplando su belleza, su tez morena, sus cejas pobladas y esa barba que aún no era ni barba, era pelusa.


  • Marco.


Dije su nombre rozándole los labios con los míos y lo besé. Fue el beso más tierno y cargado de amor que haya habido nunca. Nuestras manos rodearon al otro y nuestras bocas gustos del sabor del otro. No podíamos dejar de besarnos, llevábamos diez años enamorados y ahora por fin lo demostrábamos y nos dejábamos llevar. Lágrimas sentí caer de sus ojos igual que de los míos. Nos separábamos, nos mirábamos y continuábamos besándonos.


  • Crees que se puede estar enamorado de alguien desde tan pequeño.

  • No lo sé, pero en nuestro caso así ha sido.


Lo miré y le besé.


  • Cuando escuche a tu amiga gritar tu nombre me dio un vuelco el corazón.

  • A mí me lo dio cuando te vi hay de pie mirándome.

  • Ja, ja, ja.

  • Siento no haber dado señales en años.

  • Lo mismo digo, ni estuve cuando lo de María.

  • No pasa nada, estabais desvinculados del pueblo, por suerte eso ya no es así.

  • Ya no va a ser así.


Y allí bebiendo cerveza y comiendo papas nos quedamos abrazados y charlando hasta que la única luz que nos iluminó para volver era la de la luna creciente y la linterna de su móvil.


En BlancO y Negro