21.12.24

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Relato. NaViDAd

En la pequeña ciudad de Alboraya, donde las luces navideñas cubrían cada rincón y el olor a turrón y polvorones flotaba en el aire, dos chicos estaban a punto de embarcarse en una aventura que cambiaría sus vidas para siempre.

Álvaro era un joven de 23 años que trabajaba en una librería del barrio. Tenía el cabello castaño claro y una sonrisa que podía iluminar cualquier habitación. Era conocido por su amabilidad y su pasión por los libros, especialmente las novelas clásicas.

Por otro lado, Hugo, de 25 años, acababa de mudarse a Alboraya para trabajar como chef en un nuevo restaurante que acababa de abrir en la ciudad. Hugo era alto, con cabello oscuro y una mirada intensa. Su talento en la cocina era innegable, y sus platos siempre sorprendían a quienes los probaban.

El destino quiso que ambos se encontraran una fría mañana de diciembre. Álvaro había decidido pasar su día libre explorando el mercadillo navideño que se instalaba cada año en la plaza principal. Mientras caminaba entre los puestos, un delicioso aroma lo llevó hasta el puesto de comidas del nuevo restaurante de Hugo.

Curioso, Álvaro se acercó y pidió un chocolate caliente para calentarse las manos. Hugo, al ver la sonrisa genuina de Álvaro, se la devolvió y comenzaron a charlar sobre la magia de la Navidad y lo especial que era Alboraya en esta época del año.

Desde ese momento, Álvaro y Hugo comenzaron a encontrarse con más frecuencia. Álvaro solía pasar por el restaurante después del trabajo para saludar a Hugo y probar alguna de sus delicias culinarias. Hugo, a su vez, visitaba la librería de Álvaro para hablar sobre libros y encontrar nuevas lecturas recomendadas.

Un día, mientras paseaban por la ciudad iluminada por las luces navideñas, Álvaro le propuso a Hugo hacer un intercambio de tradiciones navideñas. Decidieron pasar las próximas semanas compartiendo sus costumbres y creando nuevos recuerdos juntos.

La primera tradición que compartieron fue la de decorar el árbol de Navidad. Álvaro invitó a Hugo a su casa y, con música navideña de fondo, comenzaron a colgar las luces y los adornos. Entre risas y bromas, la decoración del árbol se convirtió en una tarde inolvidable. Hugo se sorprendió al descubrir que Álvaro tenía una caja llena de adornos hechos a mano por su abuela, cada uno con una historia especial.

La siguiente tradición fue la de preparar galletas de jengibre. Hugo, siendo un talentoso chef, lideró la cocina esa tarde. Juntos, amasaron la masa, cortaron las galletas en formas festivas y las decoraron con glaseado de colores. La cocina se llenó de risas y del aroma dulce de las galletas recién horneadas.

A medida que se acercaba la Navidad, Álvaro y Hugo también asistieron a la misa del Gallo en la iglesia del pueblo. Aunque ninguno de los dos era particularmente religioso, disfrutaron del ambiente festivo y la sensación de comunidad que llenaba la iglesia. Después de la misa, se unieron a sus vecinos en la plaza para cantar villancicos alrededor de un gran árbol iluminado.

La noche de Nochebuena, Álvaro invitó a Hugo a cenar en su casa. Prepararon una cena tradicional con pavo, mariscos y todos los platos típicos navideños. La conversación fluía con naturalidad y, entre brindis y risas, ambos se dieron cuenta de lo especial que se había vuelto su amistad.

Llegó el día de Navidad y, como era tradición en Alboraya, los vecinos se reunieron en la plaza para intercambiar regalos y disfrutar de un día de festividades. Álvaro y Hugo se encontraron allí, con regalos en mano, preparados para sorprender al otro.

Álvaro le regaló a Hugo un libro de recetas navideñas tradicionales de diferentes partes del mundo, con la esperanza de que pudieran seguir cocinando juntos en el futuro. Hugo, por su parte, le regaló a Álvaro un marco con una foto de ellos dos decorando el árbol de Navidad, un recuerdo de su primer día compartiendo tradiciones.

Mientras intercambiaban regalos, ambos se dieron cuenta de algo que habían sentido durante semanas pero que no habían expresado. Habían pasado de ser amigos a algo más profundo, más significativo. Era como si el espíritu de la Navidad hubiera trabajado su magia en ellos.

Al final del día, mientras caminaban por las calles iluminadas, Hugo tomó la mano de Álvaro y dijo: "Álvaro, estas últimas semanas han sido increíblemente especiales para mí. Me he dado cuenta de que no solo somos amigos, sino que siento algo más fuerte por ti."

Álvaro sonrió y respondió: "Hugo, yo también siento lo mismo. Estas Navidades han sido las mejores de mi vida gracias a ti."

Desde ese día, Álvaro y Hugo comenzaron una relación llena de amor y complicidad. La Navidad siempre tendría un lugar especial en sus corazones, no solo por las tradiciones y los regalos, sino porque fue la época en la que descubrieron que estaban destinados a estar juntos.

PlaYa NUdiSTA