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27.9.25
ReLaTo. SaUnA
El vapor en la sauna era denso, una cortina caliente que envolvía la piel como un abrazo sofocante. El aroma a eucalipto y cedro llenaba el aire, mezclado con el leve siseo de las gotas evaporándose en las piedras calientes. Martín, de 27 años, entró con una toalla blanca apenas anudada, su piel aún húmeda del gimnasio brillando bajo la luz ámbar. Su torso definido, salpicado de gotas de sudor, reflejaba el calor que ya le subía por el pecho. Era su primera vez en esa sauna, un rincón íntimo del gimnasio al que llegó por pura curiosidad. Se acomodó en el banco superior, dejando que el calor le lamiera los músculos, su respiración lenta mientras intentaba relajarse.
La puerta crujió, y Lucas, de 29 años, entró con una toalla azul colgando precariamente en sus caderas. Su cuerpo, esculpido por años de entrenamiento, exudaba una confianza casi animal. Sus ojos oscuros recorrieron a Martín con una intensidad que cortó el vapor como un relámpago. Lucas era un habitual, un depredador en ese espacio, y su sonrisa tenía un filo que prometía problemas.
—¿Primera vez aquí? —preguntó, su voz grave, con un dejo que rozaba lo seductor.Martín sintió un calor que no venía del ambiente.
—Se nota, ¿no? —respondió, su voz traicionada por un leve temblor, sus ojos atrapados en el contorno de los músculos de Lucas.Lucas se sentó a un palmo de distancia, la toalla apenas cubriendo su entrepierna, dejando entrever la curva de su pelvis.
La charla empezó ligera: el gimnasio, el calor insoportable, la ciudad. Pero cada palabra era un pretexto, una danza verbal bajo la cual sus miradas se desnudaban. El sudor resbalaba por el cuello de Martín, acumulándose en la clavícula, mientras Lucas lo observaba con una intensidad que hacía el aire más pesado. Sus cuerpos, brillantes y tensos, parecían moverse en cámara lenta, ajustando toallas, rozando el espacio del otro sin tocarse.Martín, inquieto, se levantó para echar agua en las piedras, el vapor explotando en una nube ardiente. Lucas, con un instinto casi predatorio, se levantó al mismo tiempo. El espacio era traicionero, el suelo resbaladizo. Colisionaron de frente, sus caderas chocando en un instante que congeló el tiempo. Bajo las toallas, sus erecciones se encontraron, duras y descaradas, un roce que envió una corriente eléctrica por sus cuerpos. Martín jadeó, su piel ardiendo, mientras Lucas soltó un gruñido bajo, sus ojos brillando con deseo puro.
—Vaya manera de presentarnos —dijo Lucas, sin retroceder, su voz un ronroneo que vibraba en el pecho de Martín.Martín, con el corazón desbocado, intentó hablar, pero solo salió un:
—Esto... no fue intencional. —Aunque su cuerpo gritaba lo contrario.Lucas dio un paso más, el espacio entre ellos evaporándose. Sus dedos rozaron la cadera de Martín, deslizándose bajo la toalla con una audacia que no admitía dudas.
—Este calor no es solo de la sauna —susurró, y sin esperar respuesta, atrajo a Martín hacia él.
El beso fue salvaje, sus lenguas enredándose con una urgencia que el vapor amplificaba. Las toallas cayeron, revelando sus cuerpos tensos, sus erecciones rozándose con una fricción que arrancó gemidos ahogados. Las manos de Lucas exploraron sin piedad, una deslizándose por el pecho de Martín, trazando los músculos hasta detenerse en su entrepierna, donde lo acarició con una mezcla de firmeza y provocación. Martín respondió con igual hambre, sus dedos clavándose en los glúteos firmes de Lucas, atrayéndolo más cerca.El banco de madera crujió cuando Lucas empujó a Martín contra él, sus cuerpos resbaladizos por el sudor chocando en un ritmo frenético. Lucas se arrodilló, su boca encontrando la piel sensible de Martín, explorando con una lentitud tortuosa que lo hizo arquearse y gemir. Cada lamida, cada roce, era un incendio. Martín, perdido en la sensación, atrajo a Lucas hacia arriba, sus manos guiándole para devolver el favor, sus labios trazando caminos por su cuerpo hasta que ambos estaban al borde del colapso.El clímax llegó como una explosión, sus cuerpos temblando en el vapor, los gemidos mezclándose con el siseo de las piedras. Exhaustos, se miraron, las sonrisas cargadas de complicidad y deseo residual
.—Mañana, aquí mismo —dijo Lucas, su voz aún áspera, un dedo trazando la mandíbula de Martín.Martín, con una risa jadeante, asintió.
—No me lo pierdo por nada.
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