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25.1.25
RelaTO coRTO. Dos chicos, un parque acuático y un beso inesperado.
El sol brillaba radiante sobre el parque acuático Aquopolis, un oasis de diversión y adrenalina en medio del sofocante verano valenciano. Entre el bullicio de niños y adultos disfrutando de las atracciones, dos jóvenes, Marcos y Alejandro, trabajaban sin descanso como socorristas.
Marcos,
con su sonrisa contagiosa y su cuerpo atlético, era el favorito de
las chicas. Alejandro, más tímido y reservado, destacaba por su
inteligencia y su habilidad para resolver cualquier problema. A pesar
de sus diferencias, ambos compartían una gran pasión por su trabajo
y una ética de trabajo impecable.
Un
día, mientras Marcos vigilaba la piscina de olas, Alejandro se
acercó a él para pedirle ayuda con un grupo de niños que estaban
causando problemas. Juntos, lograron calmar la situación y evitar un
accidente. A partir de ese momento, una conexión especial se
estableció entre ellos.
Comenzaron
a pasar más tiempo juntos, compartiendo confidencias y bromas
durante sus descansos. Marcos admiraba la inteligencia y la
sensibilidad de Alejandro, mientras que Alejandro se sentía atraído
por la energía y la vitalidad de Marcos.
Un
día, mientras se cambiaban en los vestuarios después de su turno,
la tensión entre ellos se hizo palpable. Se miraron a los ojos, y
sin decir una palabra, sus labios se unieron en un beso apasionado.
El beso fue breve, pero intenso, y marcó un antes y un después en
su relación.
A
partir de ese momento, Marcos y Alejandro se convirtieron en pareja.
Su amor era puro, intenso y lleno de complicidad. Disfrutaban de cada
minuto que pasaban juntos, ya fuera trabajando en el parque acuático,
explorando la ciudad o simplemente pasando el rato en casa.
Su
historia de amor era un ejemplo de que el amor puede surgir en los
lugares más inesperados. Dos chicos, tan diferentes en apariencia y
personalidad, habían encontrado el amor verdadero en un parque
acuático, entre el cloro y las risas de los niños. Su amor era una
prueba de que las almas gemelas pueden encontrarse en cualquier
lugar, y que la conexión entre dos personas puede ser tan poderosa
como las olas de la piscina de Aquopolis.
Los
días en Aquopolis transcurrían entre risas, adrenalina y el dulce
sabor del amor prohibido. Marcos y Alejandro se veían a escondidas
en los rincones más recónditos del parque, aprovechando los breves
momentos de descanso para compartir miradas cómplices y gestos
cariñosos.
La
atracción entre ellos era cada vez más fuerte e irresistible. Sus
cuerpos se rozaban accidentalmente en la piscina de olas, sus manos
se entrelazaban mientras ayudaban a los niños en los toboganes y sus
susurros se mezclaban con el sonido del agua en las duchas.
Un
día, después de una jornada especialmente agotadora, Marcos y
Alejandro se dirigieron a los vestuarios para cambiarse. La ducha era
un lugar solitario y tranquilo, un refugio perfecto para sus
encuentros clandestinos.
Marcos
entró primero, dejando correr el agua caliente sobre su cuerpo
sudoroso. El aroma a cloro y jabón se mezclaba con el perfume
masculino que emanaba de su piel. Alejandro entró poco después, con
una toalla envuelta alrededor de su cintura.
Sus
miradas se encontraron en el espejo, y una corriente eléctrica
recorrió sus cuerpos. Marcos se acercó a Alejandro, acortando la
distancia entre ellos. Sus respiraciones se aceleraron y sus
corazones latieron con fuerza.
Sin
pensarlo dos veces, Marcos tomó a Alejandro entre sus brazos y lo
besó con pasión. Sus labios se unieron en un torbellino de
emociones, mezclando el deseo con la ternura. Las manos de Alejandro
recorrieron la espalda de Marcos, acariciando sus músculos tensos y
encendiendo aún más la llama de su pasión.
El
beso se intensificó, sus cuerpos se unieron cada vez más
estrechamente. El agua de la ducha caía sobre ellos como una cortina
transparente, creando una atmósfera íntima y sensual. Sus penes
jóvenes y viriles se mostraban duros ante el otro, que se rozaban
sin parar y sin dejar de besarse. Eran inexpertos y nunca habían
estado con otro chico, así que no pasaron de mamársela y pajearse,
cosa que les encantaba, sobre todo cuando había alguien en otra
ducha y les podía escuchar. Alejandro masturbó a Marcos y Marcos a
él, unieron sus labios para dejar correr el gemido por la garganta
del otro hasta que explosionaron sobre el cuerpo del otro como una
coca cola recién abierta después de moverla un poco. Sus cuerpos
húmedos y llenos de lefa les hacían gracias y les daba mucho morbo,
incluso a veces recogían la lefa del otro para ponérsela en su
polla y el otro se agachaba para mamársela durante un buen rato o
hasta que se corriera de nuevo, lo que pasara primero.
Los
besos en la ducha se convirtieron en una rutina para Marcos y
Alejandro. Cada día, después de su turno, se escondían en los
vestuarios para disfrutar de esos momentos de pasión robada. La
complicidad entre ellos crecía con cada encuentro, y su amor se
fortalecía con cada beso.
Sin
embargo, sabían que su relación no podía durar para siempre. El
trabajo en Aquopolis era temporal, y pronto tendrían que regresar a
sus vidas anteriores. La idea de separarse les llenaba de tristeza,
pero también eran conscientes de que no podían vivir escondiendo su
amor.
Decidieron
disfrutar al máximo de cada momento que les quedaba juntos.
Exploraron la ciudad de Valencia, disfrutaron de largas noches de
conversación y risas, y crearon recuerdos que atesorarían para
siempre.
Cuando
llegó el momento de despedirse, las lágrimas brotaron de sus ojos.
Se abrazaron con fuerza, prometiéndose que nunca olvidarían el
verano que habían pasado juntos en Aquopolis, el verano en el que
habían encontrado el amor verdadero en el lugar más inesperado.
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