28.12.24

ChuDaI











 

reLAto. fin DE año




En la pequeña y encantadora localidad de Altea, donde las luces navideñas decoraban cada rincón y el aire estaba lleno del aroma de turrón y polvorones, dos jóvenes estaban a punto de vivir una nochevieja que cambiaría sus vidas para siempre.

Álvaro, un chico de 24 años con una sonrisa contagiosa y ojos color avellana, estaba emocionado por la fiesta de fin de año. Como todos los años, el pueblo celebraba en la plaza mayor, donde los vecinos se reunían para despedir el año con música, baile y, por supuesto, las tradicionales uvas de la suerte.

Por otro lado, Luis, de 26 años, había llegado a Altea para visitar a unos amigos. Era su primera vez en este encantador pueblo, y había decidido aprovechar la invitación para escapar del bullicio de la ciudad. Luis tenía el cabello oscuro y una mirada profunda que reflejaba su naturaleza curiosa y aventurera.

La noche de fin de año, la plaza de Altea estaba iluminada y llena de vida. La música resonaba por todas partes y la gente se movía al ritmo de los villancicos y canciones populares. Álvaro, con su entusiasmo habitual, no tardó en integrarse en el ambiente festivo, bailando y charlando con sus vecinos.

Luis, un poco más reservado, observaba la escena con una sonrisa. Fue entonces cuando sus miradas se cruzaron por primera vez. Álvaro, siempre dispuesto a hacer nuevos amigos, se acercó a Luis y le ofreció una copa de cava.

—¡Feliz Año Nuevo! —dijo Álvaro con una sonrisa radiante—. Me llamo Álvaro.

—Feliz Año Nuevo —respondió Luis, devolviéndole la sonrisa—. Yo soy Luis. Es mi primera vez en Altea, y tengo que decir que este lugar tiene un encanto especial.

Álvaro y Luis comenzaron a charlar sobre sus vidas, sus sueños y sus planes para el nuevo año. Mientras hablaban, se dieron cuenta de lo fácil que era estar en compañía del otro. La conexión fue instantánea, como si se conocieran desde siempre.

Cuando se acercaba la medianoche, Álvaro le ofreció a Luis una cajita con doce uvas, explicándole la tradición española de comer una uva por cada campanada para atraer la buena suerte en el nuevo año. Luis, fascinado por la costumbre, aceptó con entusiasmo.

—Vamos a hacer esto juntos —dijo Luis con una sonrisa.

Con las campanadas del reloj de la iglesia, ambos comenzaron a comer las uvas, riendo y disfrutando del momento. Al terminar, la plaza estalló en un mar de abrazos, besos y buenos deseos. Álvaro y Luis se abrazaron, celebrando no solo el inicio de un nuevo año, sino también el comienzo de una nueva amistad.

La música siguió sonando y ambos se sumergieron en la pista de baile. Bailaron durante horas, riendo y disfrutando de la compañía del otro. La química entre ellos era innegable, y la noche parecía mágica.

Entre el alcohol y la emoción de encontrarse cada vez bailaban más juntos y mas juntos, hasta que Álvaro se lanzó y le dio un beso a Luis, este se le quedó mirando y con una gran sonrisa se acercó a devolverle el beso, desde ese momento no dejaron de besarse ni de tocarse.

Cuando las primeras luces del amanecer comenzaron a iluminar el cielo, Álvaro se ofreció a llevar a Luis a su casa para descansar un poco. Llegaron al acogedor apartamento de Álvaro, donde comenzaron a desvestirse y cuando estaban completamente desnudos se unieron en un gran abrazo, se rozaron, se tocaron, se besaron y así durante unos largos minutos. Álvaro se despegó de Luis y cogiendo su cara con las manos lo beso, noto como su polla y la de Luis se rozaban empalmadas, miró hacia abajo y sonrió, volvió a la cara de Luis y este tambien miraba sus pollas y sonreía. Cogidos de la mano se fueron al dormitorio donde follaron durante horas.

Cansados pero felices, se quedaron dormidos juntos en la cama, abrazados y llenos de una sensación de paz. Fue una noche inolvidable, y ambos sabían que, aunque acababan de conocerse, habían encontrado algo especial.




PlaYa NUdiSTA