Unas semanas después de aquella tarde inolvidable, David y Jorge volvieron a quedar. La expectativa y la anticipación habían crecido con el paso de los días, y ambos se morían por volver a estar juntos. Se encontraron en un parque cercano, un lugar tranquilo y apartado donde podían hablar y explorar sus deseos sin interrupciones.
“¿Te acuerdas de lo que hicimos la última vez?” preguntó David, con una sonrisa pícara.
“Cómo olvidarlo,” respondió Jorge, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas. “Fue increíble.”
Caminaron de la mano, disfrutando de la cercanía y la complicidad que compartían. Al llegar a un claro del parque, donde la hierba era suave y el ambiente íntimo, se detuvieron. David miró a Jorge con deseo y determinación.
“Quiero probar algo nuevo,” dijo, su voz baja y seductora. “Algo que nunca hemos hecho.”
Jorge, intrigado y confiado, asintió. “Estoy listo para cualquier cosa contigo.”
Se recostaron en la hierba, el sol de la tarde filtrándose entre las hojas de los árboles, creando un juego de sombras y luz sobre sus cuerpos. David comenzó a besar a Jorge lentamente, explorando cada rincón de su boca con una pasión renovada. Sus manos recorrieron el cuerpo de Jorge, deteniéndose en sus caderas, sus muslos, sintiendo cada curva y cada músculo.
Con movimientos suaves, David guió a Jorge para que se diera la vuelta, colocándose detrás de él. Jorge sintió un escalofrío de anticipación, sabiendo lo que estaba por venir. David comenzó a besar la espalda de Jorge, sus labios dejando un rastro de fuego sobre su piel. Sus manos acariciaron las nalgas de Jorge, apretándolas suavemente, sintiendo su firmeza y suavidad.
Jorge gimió suavemente, perdido en las sensaciones que David le estaba proporcionando. Con una lentitud tortuosa, David separó las nalgas de Jorge, exponiendo su entrada. Se inclinó hacia adelante y comenzó a besar esa área íntima, su lengua explorando lentamente, saboreando cada rincón.
Jorge se arqueó, empujando su cuerpo contra la boca de David, buscando más contacto, más profundidad. David respondió a su silenciosa súplica, introduciendo su lengua más profundamente, saboreando cada rincón, cada pliegue. El placer era intenso, abrumador, y Jorge se perdía en él, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba y se relajaba al mismo tiempo.
David, excitado por las reacciones de Jorge, decidió llevar las cosas un paso más allá. Con una mano, buscó su propio miembro, ya duro y palpitante, y lo posicionó en la entrada de Jorge. Con movimientos lentos y cuidadosos, comenzó a penetrar, sintiendo cómo Jorge se abría para él, aceptándolo completamente.
Jorge gimió, un sonido de placer y dolor mezclados, mientras David se movía dentro de él, cada embestida más profunda y más intensa que la anterior. David, con una mano en la cadera de Jorge y la otra en su propio miembro, controlaba el ritmo, asegurándose de que ambos disfrutaran al máximo.
El parque, normalmente lleno de vida y sonido, se había convertido en un oasis de silencio, roto solo por los gemidos y suspiros de David y Jorge. Se movían juntos, en perfecta sincronía, sus cuerpos hablando un lenguaje propio, un lenguaje de deseo y pasión.
El clímax llegó como una explosión, arrasando con todo a su paso. David se derramó dentro de Jorge, mientras Jorge, con una mano en su propio miembro, alcanzaba su propio orgasmo, su cuerpo temblando con la intensidad del placer.
Se quedaron así, abrazados, sus cuerpos aún entrelazados, disfrutando de la paz que sigue a la tormenta de la pasión. David besó suavemente la espalda de Jorge, sintiendo cómo su respiración se normalizaba.
“Gracias,” susurró Jorge, con una sonrisa en su rostro.
“Siempre,” respondió David, con la misma ternura.
Se vistieron lentamente, intercambiando miradas cómplices y caricias suaves. La noche avanzaba, pero ellos se sentían como si el tiempo se hubiera detenido en ese momento perfecto. Sabían que, sin importar lo que el futuro les deparara, siempre tendrían esos momentos, esa conexión, para recordar y atesorar.
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