¡Hey, Andrés!
Me doy la vuelta mientras me duchaba y veo a Jorge.
Hola, ¿terminaste?
Sí, por fin, ¿cómo está el culo más bonito de la empresa?
No sé dónde meterme, no es la primera vez que me lo dice.
Eres muy tonto.
Yaaa...
Pulsa el grifo y se pone debajo, deja caer el agua sobre su cuerpo, tiene un cuerpo delgado, pero todo fibrado. Me miro y me toco la pancha, la odio a muerte y me mato en el gimnasio y nada. Lo vuelvo a mirar y tiene la cara hacia arriba debajo de la alcachofa; aprovecho para mirarle la entrepierna, donde descansa un pene y unos huevos que se me hacen deliciosos.
—¿Cuándo vuelves? —me pregunta, cogiendo gel y poniéndose por todo el cuerpo.
El lunes.
¡Como yo!, ¿tienes planes?
Medito por un segundo e iba a mentir, pero...
Ninguno, ¿tú?
¿Quieres ir a tomar unas cervezas?
¿Ahora?
Sí.
Veo cómo se agarra el pene y cómo se lo descapulla; con la otra mano se limpia bien el glande y me mira.
Vale.
Nos quitamos el jabón del cuerpo y salimos de la ducha tras secarnos un poco. Me siento en el banco y Jorge a mi lado; sin casualidad, lo tengo cerca de mí. Él está de pie, desnudo, abre la taquilla y saca un bote de desodorante y se pone en las axilas; después lo guarda y saca un bote de crema corporal, se echa en las manos y, agachándose, se echa por los pies, las piernas, el rabo y los huevos y el culo, para después agarrar más y echarse en la parte superior. Lo deja y saca otra crema y se echa en la cara; deja todo allí y se va desnudo al espejo donde enciende el secador y se seca completamente el pelo. Yo aún sigo allí, con un pie encima de mi rodilla haciendo como que me lo seco.
—No te he ofrecido —me dice enseñándome el bote de crema corporal.
No, gracias.
Se te va a poner la piel como a un lagarto.
Puede ser.
Le miro cómo se sienta sobre la toalla y se seca los pies bien, dedo a dedo; siento en la entrepierna un pinchazo, saco el slip y me lo pongo sin quitarme la toalla; me lo subo y me la quito.
¿Eres vergonzoso?
Un poco.
Y yo aquí con todo al aire.
Si te sientes a gusto.
La verdad que sí.
Yo no...
Dime.
Mi cuerpo y yo no... tenemos buena relación.
¿Y eso?
Nada, déjalo.
Tío... venga.
No se te miró a ti y a tu cuerpo y me miro a mí y me veo... gordo.
Pero...
Se levanta y se pone delante de mí.
No entiendo muy bien el argumento y será porque yo siempre tuve este cuerpo, pero te digo sinceramente que tienes un cuerpo precioso.
Qué va.
Bajate el slip.
No.
Venga, porfa.
Me pone pucheros y yo me río. Me bajo el slip y lo dejo sobre el banco.
Ven.- me dice agarrándome de la mano.
Me lleva delante del espejo y solo puedo más que agachar la cabeza.
Mírate.
Levanto la cabeza y me miro, le miro a él y vuelvo a agachar la cabeza.
Tienes más hombros, un pechaco, un culo que siempre que te veo en las duchas te lo digo y unas piernas... guau...
Gracias.
No me puedo meter en tu cabeza, pero solo quiero que veas que no hay que ser iguales, ni compararse; mírame, si estoy esmirriado.
Para nada.
Lo que más tengo es huevos y rabo, jajaja.
Jajaja, sí de eso vas sobrado.
Vuelvo a agachar la cabeza y siento cómo me gira; poniéndome las manos sobre los hombros, se acerca un poco.
A mí me gusta... tú...
¿Culo?
—Sí, pero además... siempre me ha parecido que tienes la zona..- me dice señalándome la zona del pene y alrededores.
Levanto la cabeza y le miro; él no me mira a la cara, sino a mi pene.
Me parece perfecta.
Sonrió tímidamente.
Acerca su mano y acaricia mi pene.
Qué suave.
Si ya lo tenía tonto, el rabo, quiero decir; con su rozamiento se me acaba de poner medio morcillona.
Le miro a él y la tiene más o menos como yo; alargo la mano y se la acaricio también.
También es muy suave.
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