9.11.24

ReLaTo. Perdonando 4ª parte.

 



  • Hola.

  • Hola.


Nos damos dos besos. Me siento en el banco y él también. Le miro y agacha la cabeza, me acerco a él y le cojo de una mano y se la acaricio.

  • Siento lo de ayer.

  • Yo también.

  • Tú, ¿Por qué?

  • Fui muy rápido y...

  • No fue por eso, cuando nos besamos sentí que volaba y sentir tus manos acariciándome me hizo sentir bien, pero de pronto note como que lo que estaba pasándome no me lo merecía y salto un clic en mi cabeza.

  • ¿Te agobiaste?

  • Mucho.

  • ¿Y por qué no me lo dijiste?

  • Lo sé, no supe gestionarlo, quería quedarme y a la vez irme, no sé lo que me pasa.


Me mira y le sonrió, me acerco a él y lo abrazo, se acurruca en mi hombro y le acaricio la cabeza.


  • Siempre la cago- me dice incorporándose y pasándose las manos por los ojos.

  • Eso no es cierto.

  • Sí que lo es.

  • ¿Hace unos años habrías quedado con la persona y te hubieras abierto en canal explicando los motivos?

  • No, supongo que no.

  • Esto es un gran paso, ¿pudiste dormir?

  • Poco.

  • Tengo una idea.


Me levanto y le ofrezco mi mano, me la agarra con cara de no saber que está pasando y me lo llevo a desayunar a un sitio cercano que hacen unos desayunos de muerte. Desayunamos animadamente y dejamos el tema atrás, aun así se le nota cansado. Me levanto a pagar y nos vamos.


  • ¿Dónde vamos?

  • A mi casa.

  • Ok.

  • No es para nada guarro.

  • Qué pena.


Le miro y me sonríe.


  • Quiero probar algo, ¿confías en mí?

  • Sí.


Entramos en mi casa y tras pasar por el destruido comedor entramos en mi cuarto.


  • Vale, la idea es darte un masaje de pies.

  • ¡De pies!

  • Si de pies, déjate llevar.

  • Ok.

  • Túmbate en la cama boca arriba y quédate sin pantalones ni calcetines, toma tapate con esto si estás más cómodo y te pones el antifaz en la cara.

  • No me gustan las cosquillas en los pies.

  • ¿Que te pregunte antes?

  • Vale si confió en ti.

  • Gracias.


Se quita los pantalones y los calcetines y se tira sobre la cama, se pone con la sabana sobre el paquete y se pone el antifaz. Me quedo un segundo mirándolo y siento un calambre en la entrepierna, la miro y le digo con el pensamiento que no es el momento. Agarro una silla y me pongo a los pies de la cama, agarro un cojín grande y levantándole los pies los pongo encima.


  • ¿Bien?

  • Expectante.


Sonrió.


  • Vale la idea es que te dejes llevar por mis manos acariciando tus pies, primero haré uno y luego el otro, intentaré no hacerte cosquillas, pero si te hago, te pido disculpas de antemano, no es mi intención.

  • Gracias.

  • Concéntrate en tus pies y relájate.

  • Vale.


Me pongo crema en las manos y la caliento un poco antes de agarrarle un pie. Con las manos llenas de crema le agarro un pie y siento su calor inmediatamente como me traspasa, lo acaricio recorro cada rincón de su pie, subo hasta el tobillo y los gemelos, los tiene fuertes, me vuelvo a mirar la polla y le vuelvo a decir lo de hace un rato.


Estoy con el otro pie, con el primero le costó relajarse, pero lo conseguí y con este segundo menos varios gemidos y varias colocaciones de rabo sobre la sabana, todo bien, incluso podría decir que hasta se durmió, continuo igualmente masajeándole el pie durante varios minutos más hasta que se lo suelto, me acerco a la cabecera de la cama y acercándome a él efectivamente está como un tronco y en ese momento le hubiera besado, madre mía si le hubiera besado y hasta le comería los pies llenos de crema pringosa si hubiera hecho falta, me alejo de él y me pongo al ordenador, tras varias horas jugando a juegos miro la cama y me acerco sigilosamente, me tumbo de lado mirándolo a él y cierro los ojos.


Abro los ojos y lo tengo a escasos centímetros de mi cara sin el antifaz y sonriéndome.


  • Hola.

  • Hola- le contesto rascándome los ojos.

  • No sé qué me has hecho, pero descansé como hacía tiempo, que no lo hacía si no me tomaba una pastilla.

  • Me alegro mucho.


Me sonríe.


  • ¿Tú descansaste?- me pregunta.

  • Sí, la verdad que sí.

  • Me alegro, gracias de nuevo.


Se acerca y tras acariciarme el rostro me besa y abro la boca y él también, y siento su cuerpo pegarse al mío, siento su erección y él debe sentir la mía, nos comemos la boca y gemimos al sentir el calor y el roce del otro, siento como se baja el slip y hago lo mismo bajándome el pantalón de pijama que llevaba, se junta de nuevo y nuestras pollas se acarician la una a la otra.


  • Madre mía- me susurra al oído.


Eso mismo le diría yo si no tuviera su lengua hasta el esófago. Nos revolcamos sobre la cama y termina él encima de mí, me muevo para colocarme el rabo y despegando sus labios de los míos se me queda mirando.


  • Hola- le digo.

  • Hola- me dice acariciándome la cara y pasando los dedos por mi pelo.

  • ¿Estás bien?

  • Sí.

  • No hace falta...


Me corta.


  • ¿Tendrás paciencia conmigo?

  • Sí.




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