27.7.24

RelaTO. LA SAuna.






 La sauna estaba llena de vapor, lo suficiente como para apenas ver más allá de un metro de distancia. Joaquín, de 25 años, entró en la pequeña sala de madera y se dejó caer en uno de los bancos. Llevaba un largo día en la oficina y la sauna era su escape semanal para relajarse y despejar su mente. Mientras cerraba los ojos y se acomodaba, escuchó el crujido de la puerta al abrirse de nuevo.


Un joven, probablemente de su misma edad, entró y se sentó en el banco opuesto. Joaquín apenas pudo distinguir su figura entre el vapor, pero notó que el chico tenía una expresión de curiosidad y cierto nerviosismo en sus ojos.



Hola —dijo el recién llegado con una sonrisa amigable—. Soy Mateo.

Joaquín abrió los ojos y sonrió de vuelta. —Hola, soy Joaquín. ¿Primera vez aquí?

Mateo asintió, limpiando el sudor de su frente. —Sí, no suelo venir a saunas, pero me recomendaron este lugar. Tú pareces más acostumbrado.

Sí, vengo aquí todas las semanas. Es mi manera de desconectar. ¿Qué te hizo decidirte a venir hoy?


Mateo suspiró y se pasó una mano por el cabello mojado. —He tenido una semana bastante estresante en el trabajo. Un amigo me dijo que esto me ayudaría a relajarme. Pensé en probar algo nuevo.

Joaquín asintió comprensivamente. —Sé cómo te sientes. A veces, cambiar de rutina puede ser lo mejor. ¿Qué haces para trabajar?

Trabajo en marketing digital. Es un campo dinámico, pero también puede ser muy demandante. ¿Y tú?

Soy ingeniero de software. Supongo que nuestros trabajos tienen similitudes en cuanto a estrés.


Los dos chicos se rieron, encontrando consuelo en su conversación. El vapor de la sauna parecía disipar las tensiones de la semana, y la charla ligera les permitía desconectar del mundo exterior. Joaquín, como si nada, se quitó la toalla que llevaba alrededor de la cintura y se quedó desnudo sentado frente a Mateo. Mateo lo miró, lo que le dejaba ver la humedad y visualizó un rabo en reposo y unos huevos de lo más apetecibles. Se levantó y se quitó también la toalla y se sentó sobre ella como Joaquín.

_ Así mejor. - Le dijo Joaquín mientras pasaba una mano sobre su rabo.

Mateo sintió cómo su rabo se endurecía y, aunque la humedad del ambiente no dejaba visualizar del todo, seguro que se la veía y sé moria de vergüenza. De pronto, mientras estaba en sus cosas, Joaquín se levantó y agarró la toalla, se fue hasta su lado y, colocando la toalla, se sentó.

_ Aquí mejor.

Joaquín bajo la mirada y se quedó mirando la polla de Mateo que ahora estaba empalmada y golpeaba su estómago plano, se echó para atrás y sujetándose la polla se masturbó mientras Mateo le miraba absorto y fascinado a la vez, nunca había visto una polla tan grande tan de cerca, se agarró la polla y comenzó a pajearse también.


_¿Te gusta?, le preguntó Joaquín, mirándolo fijamente a los ojos.

_ Mucho.

_ Me gustaría tocártela, ¿puedo?


Mateo soltó su polla y sintió la gran mano de Joaquín agarrando su polla mientras no dejaba de masturbar la suya.


_ Buena polla.

_ Gracias.

_¿Te gusta la mía?

_ Mucho.


Joaquín soltó ambas pollas y, levantándose, se metió entre las piernas de Mateo y, juntando ambas pollas, comenzó a pajearlas.


_Joder, qué gusto, cabrón._

_ Siiii...


Mateo tenía los ojos cerrados cuando sintió los labios de Joaquín pegados a los suyos, abrió la boca y dejó entrar su lengua, estaba asado de calor, pero en la puta gloria, le estaban masturbando junto a un pollón y le estaban comiendo la boca, no podía pedir más. No dejaron de besarse hasta que Joaquín gimió en su boca y sintió cómo la lefa subía y volvía a caer sobre sus pollas. Mateo, al sentir su lefa caliente caer sobre su cuerpo, se corrió también. Ya los dos bien corridos se miraron y sonrieron para después volver a besarse.


_ Ha sido... Genial Mateo.

_ Una pasada.


Se pusieron cómodos y entre un beso y otro, comenzaron a hablar. A medida que pasaban los minutos, la conversación fluyó naturalmente. Hablaron sobre sus intereses, sus familias y sus planes para el futuro. Descubrieron que compartían una pasión por el senderismo y la música. Joaquín mencionó su reciente viaje a los Andes, y Mateo le contó sobre su sueño de recorrer el Camino de Santiago.


Deberíamos ir de excursión juntos algún día —sugirió Mateo con entusiasmo.

Me encantaría —respondió Joaquín—. ¿Qué tal este fin de semana?



La idea de compartir una aventura juntos pareció emocionarlos a ambos. La conexión que habían formado en tan poco tiempo era inusual, pero genuina.

Cuando el calor de la sauna se hizo demasiado intenso, ambos decidieron que era hora de salir. Se dirigieron a la sala de descanso, donde se sirvieron vasos de agua fría y continuaron charlando.



Sabes, nunca pensé que conocería a alguien interesante en una sauna —dijo Mateo, riendo mientras levantaba su vaso—. Esto ha sido una sorpresa agradable.

A veces, las mejores cosas suceden cuando menos lo esperas —respondió Joaquín, levantando su vaso en señal de brindis—. Por nuevas amistades y futuras aventuras.

¡Salud! —exclamó Mateo.



Pasaron la siguiente hora en la sala de descanso, riendo y compartiendo historias. Al final de la tarde, intercambiaron números de teléfono y se despidieron con un fuerte apretón de manos y promesas de mantenerse en contacto.

Ese fin de semana, tal como lo habían planeado, se encontraron para una caminata en las montañas cercanas, donde más que pasear se comieron a besos y se comieron por primera vez la polla el uno al otro. Fue el comienzo de una amistad que ambos valorarían profundamente. La sauna, un lugar al que habían ido a buscar paz y relajación, se había convertido en el escenario de un encuentro inesperado y significativo.





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